Aprovechando las vacaciones escolares de este agosto 2016, superándo escaséz de recursos para cubrir y disfrutar una semana de recreación, me fui con parte de mi prole a la ciudad de Bocona, llamada por el libertador el jardín de Venezuela por sus bellas mujeres y por su infinita flora. Nos deleitamos con la agradable compañia del señor Don Juvenal Vilora, jovial, conversador con su inocultable Don de gentes; oriundo de San Alejo regenta una bodega de antaño, que se resiste a desaparecer por razones obvias ; nunca fue a la escuela y se formó dice- en la escuela de la vida. Nos invitó a compartir una taza de café con leche, acompañada de una exquisita paledonia de su propia elaboración en horno de ladrillo rojo; en los alrededores de su vivienda se palpa un ambiente bucólico, se siente el eucalipto perfumar con su olor toda la meseta que se distingue al frente de su bodega. Nos relataba Juvenal, que por estos páramos se cuentan historias fantásticas y reales que ayudan a querer lo nuestro y a blindar nuestra idéntidad como pueblo.
Muchas historias nos contó, pero dos de ellas acapararon nuestra atención, por la elocuencía y pureza a la hora de evocar sus anécdotas. Una sobre la leyenda de los Momoyes decía- que desde muchacho, visitaba lagunas y ríos, para ver si algún día podría ver uno de esos enanitos encantados, que cuidaban el ambiente, sobre todo aguas y sembradios; nos dió un ejemplo: cuando alguién entra en una finca ajena con el propósito de hurtar, los enanitos encantan el lugar, para que el intruso nunca consiga ni la entrada ni la salida del lugar, hasta que el pillo se despoje de lo hurtado.
Don Juvenal, nos deleitaba como todo un echa cuentos al describir a su gente: cordial,honesta, trabajadora, para ello, apeló a una señora campesina, ya entrada en años, que bajaba de las altas montañas los fines de semana con un saco de naranjas en su frágil lomo, para venderlas en la ciudad, iba de casa en casa; un día entró a la casona del conocido poeta Dr Eusebio Baptista- quién al decir del señor Juvenal- tenía muchas naranjas y sin embargo le compraba las naranjas, para aliviar a la desconocida anciana de su pesada carga.
Hubo mucha gente, que criticaban ese gesto humano, ya que no pocas veces, se oía decir: ese doctor, compra naranjas, teniendo tantas! A Dios -decía juvenal- en un tono romántico y nostálgico, aquí les voy a declamar un poema que el Dr Eusebio le ofrendó a esa viejita .
LA MUJER DE LAS NARANJAS
Un día llegó a mi puerta
balbuceó con esperanza
Señor compremelas,son dulces
y sabrosas muy sanas
me dijo, mirándome
con esa triste mirada
tan millonaría de penas
tan millonaría de lágrimas
Dijo vengo de tan lejos
de aquellas altas montañas
por eso me pesan tanto
esas malditas naranjas
Nunca sabrá la tristona campesina de los páramos
que sí le he comprado siempre con alegría su carga
es para aliviarle el cuerpo
y es para endulzar mi alma
Podridas están las frutas
en un rincón de mi casa
podridas, sí tan podridas
como las oscuras almas
que no sienten cuanto sufre la mujer
la mujer de las naranjas.
A veces conocemos más las culturas de afuera que las de nuestro propio terruño ;por eso toma valor aquel dicho "nadie defiende lo que no conoce"
Videocuento "Los tres cerditos", con dibujos originales de Pedro Vidal